Miembro tocado


En aquel entonces no sabía de qué se reía. Ahora lo he descubierto:
Me toca ser miembro de una mesa electoral.

Que no es lo mismo que:
Ser de una mesa electoral me toca el miembro.

Bueno, sí. Es lo mismo.

El autor de este humilde blog quiere agradecer a Isabel García Vila, a Henrique Tello y a Obdulia Taboadela por haber manoseado justo mis bolas. A Javier Losada, por presidir el sorteo. A Franco, por haberse muerto. A Arias Navarro, por sus orejas. A los Padres de la Patria... y a la madre que los parió. A Tejero, por idiota. Al Rey, por echarle huevos. Al que inventó Europa. Y en general, a todos lo que han hecho posible que el próximo día 7 me tenga que pasar doce horas, doce, mirando a la urna en aras de la Democracia.

Ahí falaches, meu

Manda chover na Habana, o ben que se explica este cando quer.

O que ten mérito e dar pé para que estoutro, por unha vez, sí que fale claro.

Deus os cría, e a poltrona os xunta.

Un periodista de verdad

Luis Neira Río (Ortigueira, 1919). Impresor, cartero y periodista (en activo). Con 11 años comenzó a trabajar en una imprenta aprendiendo el oficio de cajista, componiendo los textos del periódico semanal "El Heraldo de Vivero" y como repartidor de prensa. En 1943 aprueba las oposiciones de correos, trabajo que simultanea con el oficio de cajista tipógrafo. En 1947 consigue el traslado a Vivero y compra un pequeño taller de imprenta, que ha llegado a confeccionar dos periódicos semanales: "La Voz de Ortigueira" y "El Heraldo de Vivero" del que es administrador-propietario y redactor jefe. También ha trabajado como corresponsal informativo y editor de un periódico deportivo.

Con 61 años obtiene el graduado escolar y con 88 recibe el carné de "xornalista" del Colegio Profesional de Xornalistas de Galicia.

Hoy ha recibido la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo.

El billetaco



Por cuestiones que no vienen al caso, ayer cayó en mis manos un billete de 500 euros. Un tesoro. Pero... ¿para qué vale un billete de 500 euros?

Salí de casa esta mañana, como tantas otras, sin desayunar. Normalmente lo soluciono con un café doble y un par de churracos en el bar de las 'hermanas Sister'. Pero no puedes ir a desayunar con un billete de 500. Ni al parking. Ni a comprar el periódico. Ni al estanco. Ni coger el bus. En algunos locales advierten mediante carteles que no se admiten más grandes de 200 o de 100 incluso.

Solución: vete al banco y lo cambias. Ni de coña. En el primero me dijeron que sólo si era cliente suyo. En el segundo que no, y punto. En el tercero había cola. En el cuarto...

En el cuarto sí me lo cambiaron. Eso sí, antes el empleado de turno tecleó el número de serie en el ordenador, pasó el billete por una máquina y me espetó: "No está la cosa para coger billetes de estos", a lo que yo le respondí: "Para lo que no está la cosa es para soltarlos". No se rió.

Antes de empezar a contar billetes de 10, de 20 y de 50 (con 10 de 50 me hubiese conformado), me dedicó una mirada de arriba a abajo que llevaba pintada en letras rojas las palabras 'chorizo', 'blanqueador', 'falsificador' y 'estafador'. Todo esto, bajo la minuciosa vigilancia de una cámara de seguridad que me apuntaba directa al entrecejo.

Y me quedé sin desayunar.

La puesta de sol más bonita del mundo

O al menos a mí me lo pareció. Ayer salí de la oficina, tras un buen día de trabajo, de una muy buena semana. Me estaba esperando ahí. Me golpeó de frente, en toda la nariz.

Era una delgada línea roja que cruzaba toda la bahía, desde el Milenium hasta La Torre. La gocé. La fotografié. La comenté con algún compañero de barandilla.

Y cuando al final desapreció, me fui. Me sentí bien, como si ese horizonte accdiental me hubiese cargado las pilas. Por un momento, todo lo demás me dio igual.

Aquellos maravillosos años






Yo cogía el 10. Mi padre siempre me compraba galletas de nata en Casa Cabanela. Me moría de gusto cuando pillaba el asiento delantero del segundo piso. Jugaba a ser el conductor y era el rey del mundo.

Por cierto. En mi cole, los Salesianos, durante los primeros años el transporte escolar lo hacía la Compañía de Tranvías con dos viejos buses azules de asientos corridos. No sé por qué, pero recuerdo con mucho cariño a Cereijo, el conductor, y a Tomé, el 'revisor'.

¿Qué habrá sido de ellos?

Los vídeos están sacados de Troleros & Buseros, un magnífico blog
al que tendréis que ir para seber por qué el locutor habla en inglés...
y muchas cosas más.