Lucía se asomó a la encimera. Un cuenco de berberechos a remojo llamó su atención. Uno de ellos, ofendido en su intimidad, le lanzó un chorretón de agua.
- Mamá, ¿por qué me ha escupido?
- Es que aún están vivos.Lucía rompió a llorar. "Los vais a matar. No quiero que los matéis. Yo soy amiga de todos los animales del mundo. No quiero, no quiero. Buaaaaa...".
Me temo que Lucía, a pesar de sus cuatro años y medio, ha decidido solidarizarse y no probar el arroz. Es posible que nunca más quiera volver a comer berberechos. Hasta me ha hecho sentir mal.
No hay derecho... a matar a un berberecho debajo de ningún techo.
4 comentarios:
Qué grande...
Más que grande...
Un beso para Lucía
Berberechos, almejas y ostras, vivos mejor que muertos, con una gotita de limón y champagne francés, nada de cava catalán.
Hay que enseñar a los niños a comer en condiciones.
Tuvieron que pasar años hasta que fui capaz de cocer marisco en casa.
Y ahora, cuando lo cuezo, sé que tendré que cargar con esa culpa toda la vida.
Menos mal que tengo la conciencia bien amaestrada.
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