Lo mejor de la Expo, Galicia

Como diría mi abuelo, los gallegos te somos así.

Te levantas a las seis de la mañana. Conquistas Lavacolla tras la ruleta rusa de la niebla de Ordes. Consumes dos horas de tu vida en lo más parecido a un Yakovlev 42 en lo que he volado en mi vida. Te asfixias de calor. Llegas a la Expo. Están los Príncipes. Te cachean hasta la rabadilla... Y lo primero que haces es irte de cabeza al pabellón de Galicia.


Y me ha sorprendido. En otras citas parecidas, tipo Fitur y estas cosas, el rincón gallego suele ser tirando a cutre, montado para que cuatro vips se pongan morados de albariño y bastante triste.


Pero esta vez alguien ha acertado. Sin demasiado gasto, o eso parece, han montado un chiringuito en el que la gente encuentra lo que más busca tras patearse todo el recinto. Un poco de paz.

Sillones para despanzurrarse, música chill, y un pantallón que lo flipas con imágenes de la 'terriña'. Dicen que está hecha con cubitos de agua de fuentes, manantiales y ríos de toda Galicia.

De la Expo ya os contaré más. Aunque hay que verla.

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