Cosas de Camelle

(Lo de la foto es parte de la obra de Manfred. Parte de lo que queda).

Como ya os dije, este finde he estado en Camelle.

Camelle es un rincón aparte del mundo. No digo yo que allí no preocupe Ingrid Betancourt, o la crisis que oficialmente no es crisis, pero en Camelle se habla de dos cosas: la ampliación del dique y la piscifactoría.


No es la mejor época para visitar Camelle. Desde el cementerio, que está en lo alto de la montaña, a kilómetro y medio del pueblo, hasta el último metro de paseo marítimo, está todo lleno de inmensos bloques de cemento preparados para que el espigón crezca.
Los viejos del lugar funden las tardes dirigiendo la obra. Todos coinciden en que el mar va a poner las cosas difíciles. "Cando veñan o luns non queda nada do que levan feito".

Pero hay previsiones aún más pesimistas. Casi sesi años después de que se muriera de pena, la casa de Man está absolutamente abandonada, rodeada de basura, y al capricho de los desaprensivos que se están llevando, piedra a piedra, el trabajo de toda una vida del anacoreta. Ahora no falta quien opina que el nuevo dique variará las corrientes, y el mar se acabará llevando todo el museo.

Lo de la piscifactoría tampoco es manco. Dicen que tendrá el tamaño de 32 campos de fútbol, pegada al mar. Se dedicará a la cría de rodaballo, pez cuya rima fácil les ha dado hecho el lema de la campaña de oposición. En el pueblo cuentan que hace poco hubo una boda. Los novios cometieron el error de incluir el rodaballo en su menú. 'Disque' sólo tres invitados acudieron al convite. No es fácil ser rodaballo en Camelle.

Y con todo, Camelle conserva su encanto. Su silencio sólo alterado por los cantos de los pájaros o el alboroto de los niños zambulléndose en la rampa. Allí la vida va a otro ritmo. Mucho más lento, lleno de sonrisas anónimas que anteceden a buenas gentes.

En Camelle no hay semáforos.

En un rincón de la bahía, varios marineros de día libre charlaban:
"¿Tú sabes cuál es el barco más grande del mundo? El de Valdeorras".

A Camelle siempre hay que volver.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya no sé si pensar que lo mejor que puede pasarle a las cosas de Man es que se las lleve el mar y ya está.
Mejor que se queden en el recuerdo a estar en manos de sabe Dios quien.
Sólo intercambié cuatro palabras con Man, pero me acuerdo de él más de cuatro veces.
Man: les contaré a mis hijos tu historia como quien les da un tesoro.