El violinista del Titanic



Jock era el más jóven de la orquesta. Su verdadero nombre era John Law Hume. Murió a los 21 años, tocando el violín en la popa de la cubierta de botes del Titanic. Esa misma noche perdieron la vida otras 1.522 personas.
Era su primer viaje. Fue el último.

El director, Wallace Henry Hartley, ordenó que no cesase la música. Sabía que tranquilizaría a muchos de los pasajeros. "¿Cómo va a ser cierto que el barco se hunde si la orquesta sigue tocando?".

Días después, su cadáver era rescatado del mar por la tripulación del MacKay Bennett. Fue reconocido gracias a una fotografía. Entre sus pertenencias, poco más que una navaja, un reloj y un paquete de tabaco. Yace en una modestísima tumba, la 193, del cementerio Fairview, en Halifax (capital de Nueva Escocia, Canadá).

Sus padres solicitaron a la compañía una indeminización por la irreparable pérdida. La empresa, C.W. and F.N. Black, no sólo les negó el dinero. Mediante una sorprendente carta le reclamó a la familia los cinco chelines y cuatro peniques que costaba el uniforme, y que era propiedad del empresario.

Seguiré tocando hasta que me hunda, pero no me pidais que os pague la camiseta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Así es la vida.
Como la guerra. Son los políticos y los mandamases los que juegan con los soldaditos prolongando sus juegos de infancia, moviéndolos como fichas que hacen saltar por los aires, pero son éstos los que dejan viudas, huérfanos y esperanzas perdidas.
Veintiún años.
El que redactó la carta reclamando los cinco chelines seguro que era un hombre de éxito, con las ideas claras y firmeza de carácter.
Ni siquiera él se merecería perder a un hijo de ese modo.